Vivimos en un mundo verde. Allá donde miremos, el color predominante, fuera de las selvas de asfalto en las que solemos vivir, es el verde. El verde esperanza. El verde vegetal. ¡El verde vida! Este color siempre ha evocado una realidad para muchos que nos dedicamos a la naturaleza: el color de la clorofila de las plantas, pigmento esencial para realizar la fotosíntesis. Esa función que hace que las plantas fabriquen sus propios nutrientes gracias a pequeños y sencillos ingredientes que van encontrando aquí y allá. Pero, ¿son todas las plantas así? ¿Todas quieren ser plantas?
Pues he aquí el kit de la cuestión. Resulta que hay un grupo de plantas que han decidido que son herejes. “Yo no quiero ser una planta”. Esa es la conversación que me imagino que una le contaba a sus compañeras. Quizás con dudas, quizás con ilusión, o quizás con miedo. ¿Quién sabe? Lo que sí sabemos es que hoy, cuando caminamos por el campo, podemos disfrutar de unas plantas que son parásitas. Plantas que se han despojado de una parte de su condición vegetal.
Las plantas parásitas son plantas que, a todo lujo de detalles, cumplen parte de las condiciones para ser consideradas plantas, por ejemplo, por su estructura celular. Pero, tienen algo de particular. Y aquí, tenemos dos grandes grupos: las plantas holoparásitas y las hemiparásitas.
Las plantas holoparásitas son las parásitas por excelencia. Han perdido toda capacidad fotosintética. De hecho, nunca les veremos un ápice de color verde en sus estructuras. No producen hojas, no suelen producir tallos fotosintéticos, nada. La planta, en sí mismo, es un “ente subterráneo”. Es una raíz que se ha unido a otra raíz, de una planta vecina. De ella, le extraerá todos los productos elaborados que tiene que usar como nutrientes. Lo que se conoce como la “savia elaborada“. Y, solo veremos, como vestigio de lo que significa ser planta, la flor. Como el reclamo más bonito de su anterior condición vegetal, y su remanente. Un ejemplo son las colas de lobo o zorro, los Orobanche, que vemos en el campo en la época primaveral. ¡Qué tramposas!
Ahora bien, existen otras plantas que se han quedado a medio camino. No fueron capaces de hacer el cambio al completo. Quizás por nostalgia, o por miedo a lo que vendría, decidieron apostar la mitad de su dinero, mientras han mantenido la otra mitad bajo la almohada. Son las plantas hemiparásitas, como el Rhinanthus, conocida como pitinos. Esta planta presenta unas hojas de color verde brillante, que rodean a las flores tan llamativas. Estas sí hacen la fotosíntesis. Pues, ¿dónde está la trampa? Pues que sus raíces no están adaptadas a obtener el agua y las sales minerales, sino que estas se anclan a la raíz de otra planta, para extraer estos productos directamente de las parasitadas. Es decir, les roban su “savia bruta“, pero luego ellas fabrican sus propios alimentos. ¿No os parece increíble?
La belleza del mundo natural, y concretamente del vegetal, es fascinante. ¿Quién nos iba a decir que existían plantas que no querían ser plantas? ¿Y que además iba a haber distintas escalas? Seguro que conoces el muérdago. Pues ahora tienes un pretexto más para conocer una cantidad de plantas más. Quizás cuando vuelvas al campo, lo que veas, te esté tratando de engañar. Esa planta que, a todo lujo, parece una planta, está tratando de dejar de ser planta. ¡Cómo nos encanta poder interpretar la naturaleza de esta manera!
Experiencias de personas reales.
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