Un maestro del engaño que vuelve cada primavera
Un maestro del engaño que vuelve cada primavera

Un maestro del engaño que vuelve cada primavera

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Cada primavera, un viajero incansable surca los cielos en su regreso a la Península Ibérica. Su canto inconfundible, “cu-cu“, es un sonido asociado al buen tiempo, pero tras esta melodía se esconde una estrategia de vida sorprendente y, para algunas especies, despiadada. El cuco común (Cuculus canorus) no construye nidos ni alimenta a sus crías: ha perfeccionado el arte del parasitismo. Este ave llega a España entre marzo y abril, después de pasar el invierno en África. Su viaje de miles de kilómetros culmina en praderas, bosques abiertos y humedales donde pondrá en marcha su peculiar estrategia reproductiva. ¡Ya se palpa la tragedia!

Una hembra de cuco. ¡Su ‘cu-cu’ es el presagio de la primavera y de un asesinato! Foto de Trebol-a con Creative Commons Genérica de Atribución/Compartir-Igual 3.0.

Las hembras vigilan de cerca a pequeñas aves como carriceros, bisbitas o tarabillas, esperando el momento perfecto. Esperarán a que estas preparen su nido, y así podrán acercarse al mismo para depositar un solo huevo en este. Antes, eliminarán uno de los originales para no levantar sospechas. Para maximizar sus posibilidades, los adultos de cuco han desarrollado un asombroso parecido con el gavilán (Accipiter nisus). Este mimetismo engaña a las aves hospedadoras, que, al confundir al cuco con un depredador, huyen brevemente de su nido, dándole a la hembra el tiempo necesario para poner su huevo sin interrupciones.

Un cuco y un gavilán. ¡El parecido es sorprendente! Foto de Chiswick Chap con Creative Commons Genérica de Atribución/Compartir-Igual 3.0.

La astucia del cuco no termina ahí. Sus huevos imitan el color y el patrón de los de su hospedador, un engaño evolutivo que maximiza sus posibilidades de éxito. Cuando el polluelo de cuco eclosiona, suele expulsar a sus “hermanos” del nido, asegurándose así todo el alimento que le traerán sus padres adoptivos, ajenos al fraude. De hecho, los pobres padres adoptivos alimentarán a ese polluelo, al cuquiello, pensando que es su hijo, con la única intención de sacarlo adelante. Este comportamiento ha desencadenado lo que llamamos “carrera de armamentos evolutivos“: mientras el cuco mejora sus técnicas de engaño, las aves hospedadoras desarrollan estrategias para detectarlo, como aprender a identificar y rechazar huevos sospechosos. En esta batalla silenciosa, cada generación afina sus tácticas para sobrevivir. ¿Y quién dice que el campo no es interesante?

Un carricero común alimentando a un cuco. ¡Nada que ver el tamaño del nido! Foto de Harald Olson con Creative Commons Genérica de Atribución/Compartir-Igual 3.0.

El cuco ha dejado su huella no solo en la naturaleza, sino también en la cultura humana. Su canto ha inspirado los famosos relojes de cuco, cuyo mecanismo imita la llamada de esta ave en un ingenioso tributo a su puntualidad primaveral. ¡Y es que siempre nos ha encantado tener ese canto en nuestras casas! Aunque su número ha disminuido en algunas regiones por la transformación del hábitat y el cambio climático, el cuco sigue siendo un símbolo de los equilibrios y conflictos que rigen la naturaleza. Un ave cuyo canto anuncia la primavera, cada vez más temprana, pero cuya vida encarna una lucha ancestral de inteligencia y supervivencia.

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